¿Votar o no votar...?

Por: César Peña *cesarpesa@hotmail.com,

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12 de febrero del 2015

La inaudita situación del país, motivada por los yerros gubernamentales, la inseguridad omnipresente y la omisión de los partidos políticos, nos pone por primera vez, frente a unos comicios que podrían ser, por lo menos en la teoría, aleccionadores para el sistema político mexicano, debido a la gran cantidad de recelos que han despertado entre diversos sectores de la sociedad.

            Nos aproximamos al 7 de junio, con una creciente protesta social y su represión, con actores políticos sordos y ajenos a la sociedad, donde la gente ya está pensando si acudirá a votar por esos partidos que le han mentido una y otra vez, señalando a todos, no sólo a uno, deja ver que el odio se ha canalizado a todos los que en cada elección se nos muestran como la panacea a todo reto, cuando su existencia, ha derivado en un agravamiento de la crisis económico-social, sin que puedan demostrar que pueden metamorfosearse.

            A estas alturas no votar es castigar al sistema político, pero hacerlo, se traduce en premiar su mal desempeño, entonces, ¿qué hacer?, se pregunta una y otra vez la población, esa misma que sale a las calles, que protesta en las redes sociales, o que desde su casa, cada vez que un político y un partido aparecen en la televisión, lo adornan de groserías por su abierta ineptitud para hacer de éste, un México mejor.

            Sigue en el aire cómo castigar a quienes se han desatendido de los problemas sociales, a quienes ven en la gente sólo una clientela electoral, a quienes no han podido hacer un pronunciamiento real desde el Congreso para resolver Ayotzinapa, a quienes dejan sola a la sociedad y ni siquiera marchan con ellos en sus causas. ¿No que son nuestros representantes y conocen nuestras necesidades?, pues su ausencia es evidente, no sólo aquí sino en toda la problemática nacional.

            El reformismo de catálogo no alcanza para el problema que amaga con cancelar las elecciones en Guerrero y reducir sustancialmente la votación en toda la geografía nacional lo mismo que generar conflictos abiertos en puntos focalizados por la violencia. No votar equivale a que alguien, el más hábil en las lides de compra de votos, se lleve nuevamente el triunfo, al fin y al cabo de la abstención es de dónde más se ha nutrido en las últimas décadas.

            Votar por cualquier otra opción es aventurado. Sólo los nuevos carecen de antecedentes que los pueden vincular con acciones negativas de gobierno, aunque no algunos de sus líderes, que han militado en otros partidos y son de sobra conocidos entre el electorado que los ubica como parte de esa caterva de rufianes. El enojo es tal, que estas opciones pueden ser exploradas ante la desesperación social.

            En lo que toca a los partidos políticos, la sordera que viven ante esta emergencia nacional, es producto de la lejanía con la que han gobernado. Siguen haciendo precampañas y seguramente harán campañas, con la misma arrogancia de siempre, mostrando su músculo con los sectores populares en mítines masivos con gente pagada y conciencias compradas y es altamente seguro que incurrirán en las mismas prácticas clientelistas de toda la vida.

¿Qué han entendido los partidos? Creo que hasta la fecha, desde que estalló el problema de la inseguridad o el asunto de Ayotzinapa, puedo decir con certeza que muy poco. No interpretan o no quieren reconocer los caldeados reclamos en todo el país de ciudadanos que ya no quieren demagogia, políticos, ni institutos políticos que en vez de darle soluciones al pueblo, les den mayores problemas y más inseguridad.

Los partidos políticos, por su parte,  no están a la altura, haciendo réplica del desdén presidencial, no han entendido el aprieto social que se vive. Son inmutables, sentados en la comodidad del presupuesto, los cargos y los salarios estratosféricos que reciben como gobernantes y representantes populares, no quieren ver su realidad que les demanda acción y en el México de ahora, su desaparición.

Votar o no votar ya no lo decide la cultura política o la sinrazón, sino el enojo y la desilusión de gobernantes y partidos que siguen creyendo que viven en una nube de la cual pueden ser bajados abruptamente por el pueblo que está a punto de lanzarles una piedra de protesta generalizada del México bronco que ya está despierto desde hace varias horas.   

 

 

* Periodista, investigador y economista