EL MATRIMONIO MONÓGAMO, EL ASCO...

César Peña

cesarpesa@hotmail.com y twitter@tesaron

 

“El orden establecido le ha enseñado a la mujer a reafirmar

un orden que niega su satisfacción y también,

curiosamente, a rechazar uno que pueda corresponder

a sus necesidades”.

-          Wilhelm Reich

 

El rechazo sobre el matrimonio monógamo, ese que tanto defiende el conservadurismo y la religión, viene condicionado por la carga sexista, discriminatoria y totalmente inequitativa que se da en las relaciones, pero sobre todo, por la inconsciencia de quienes se ven involucrados en estas uniones producto de una tradición poco cuestionada.

                Aunque en otros foros he insistido sobre esta parte histórica es necesario retomarla para efectos de esclarecer lo que sucede con esta unión que falsamente nos han dicho, fue creada por Dios, nada más alejado de la realidad.

                El matrimonio monógamo, es decir, hombre - mujer, no siempre existió, nace al agotamiento en el amanecer del patriarcado, en la fase superior del barbarismo, no como producto de la libre voluntad de hombres y mujeres, sino como un acto de sometimiento ante la necesidad de heredar bienes de parte del varón, como lo precisó Engels en el Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado.

               Anteriormente, las relaciones eran libres. Pero si todos andaban con todas, ¿cómo asegurar que los hijos son propios y no ajenos?, simple, privatizando a la mujer y reservando la exclusividad del sexo. Este acto liquidó para siempre cualquier indicio de equidad siendo lo peor que la mayoría de féminas idealizan esta parte que terminó con su libertad.

                El asunto bien pudiera pensarse, termina ahí, que no hay más, pero estamos equivocados. Antes del matrimonio monógamo patriarcal, no existían instituciones como el adulterio y la prostitución, el matriarcado no aceptaba tales prácticas. Es a partir de esta apropiación privada de la mujer, cuando comienzan a institucionalizarse ambas cuestiones según lo señala Wilhelm Reich, tanto en la Revolución Sexual como en La Función del Orgasmo.

                No cabe duda de que el sexoservicio y el adulterio han liquidado la sociedad de “valores” sin percatarse que su origen se encuentra en el matrimonio, por lo tanto, si deseamos liberar a la sociedad de estas plagas, es necesario aplicar el desarrollo inverso; buscar impostergablemente la disolución del matrimonio.

                Además, lo más nefasto de estas uniones que la sociedad ha adornado con tantas historias idílicas si es que así se le puede llamar a Romeo y Julieta, es que el vestido blanco en la mujer no es más que otra prueba del control sobre su sexualidad, ya no solamente del hombre o compañero, sino de toda la sociedad; “si eres virgen puedes salir de blanco”, ¿así o más claro?

                Este control de la sexualidad de la mujer revela, para quienes padecen ceguera intelectual, que al otro miembro de la pareja no se le cuestiona, sino que se le tolera y hasta fomenta la actividad sexual premarital, vislumbrando un orden para los hombres y otro para las féminas, es decir, una doble moral encerrada en el matrimonio.

                Muy pocos izquierdistas tampoco han asimilado esta parte y aunque buscan la libertad en terrenos como el económico, el social y hasta el de género, tienen muy enturbiada esta parte y no reconocen esta desigualdad instaurada por los conservadores y perpetuada por el cristianismo, un credo abiertamente misógino y lascivo para las mujeres.

                Con estos condicionamientos quedan claras varias cosas: una, que el matrimonio es una institución burguesa cuyo único fin era la de garantizar la herencia de bienes que en las clases populares y por lo tanto, no tiene razón de ser porque en calidad de desposeídos, no hay absolutamente nada que dejar a los hijos.

                Segundo, la clase obrera tiene la obligación histórica de desarrollar una nueva moral, donde lógicamente no exista ningún vínculo con las instituciones del poder, que sea acorde a las necesidades emocionales y sexuales de hombres y mujeres con conciencia.

                Liberando la sexualidad, describe con precisión Erich Fromm y en algunos puntos de su obra Sigmund Freud, se libera a los individuos de las prisiones en que se han convertido la compra de sexo y la “infidelidad” del adulterio. Al desaparecer esta institución, termina igualmente toda la terminología ad hoc desarrollada por el machismo como “casa chica”, “virgen”, “pura”, “puta” y otras tantas palabras que Alaide Foppa abordó puntualmente.

                El matrimonio monógamo le ha hecho tanto daño a la sociedad, le entregó a hombres y mujeres la propiedad del otro y en los peores casos, hasta le autorizó asesinar a su cónyuge, algo impermisible a estas alturas pero que es posible gracias a la inconsciencia y a la reproducción de estereotipos y tradiciones.