09 E FEBRERO DEL 2012

César Peña

cesarpesa@hotmail.com y twitter@tesaron

 

Una de las piezas fundamentales en el esquema laboral semiesclavista de las empresas maquiladoras de la familia Maauad fue precisamente el contador Luis Olivares, quien falleciera hace año y medio, siendo una pieza clave para degradar aún más a las dolidas costureras que han servido en las firmas textiles de esta pudiente familia.

                Llegado al negocio cuando era un joven de no más 23 años, se convirtió en la mano derecha primero, de David Maauad, quien pronto lo dejo al mando de su hijo y ahora secretario de Desarrollo Económico, José Pablo, para proteger el negocio que despuntaba, sobre todo en exportaciones.

                Luis Olivares fue una especie de pared que comenzó a funcionar a partir del año 2001 cuando precisamente irrumpe el deterioro de las condiciones laborales en empresas como Norteamericana de Confecciones mejor conocida como Norcon lo mismo que en Camisas Finas, el pilar económico de la familia.

                El primer gran problema que enfrenta la firma, fue la veteranía que comenzaban a sumar las trabajadoras en sus talleres que sumaban más de una década de prestar sus servicios y que implicarían en el corto y mediano plazo, liquidaciones que si bien no eran cuantiosas, nadie, ni la propia familia Maauad, estaban dispuestos a afrontar.

                El entonces contador recibió para esta encomienda, una cantidad definida de 10 mil pesos para cada obrera que renunciara en este lapso, una situación ofensiva y contraria a los estipulado en la Ley Federal del Trabajo, pero ni duda cabe, que había una voluntad aunque sea acotada, por no evadir esta responsabilidad.

                Luego, con la intentona por constituir el sindicato, los despidos se masificaron y hubo una tensión tal en la oficina de José Pablo Maauad que no fue posible parar a no ser que Luis Olivares lograra someter, por las buenas o por las malas, a las sedicientes trabajadoras que sólo buscaban mejoras laborales.

                Por lo menos la liquidación de unas 80 obreras nunca llegó a manos de las costureras y sin en cambio, fue a dar a la gorda cuenta del contador que ni siquiera tenía estudios de contabilidad pero que era hábil para lucrar con las exigencias gremiales y entregar migajas a las inconformes.

                Más tarde, como era obvio, comenzaron los litigios en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, que en sintonía con el proyecto de los Maauad, finiquitaba con oscuras maniobras las quejas para terminar dándoles a lo sumo 3 mil pesos que de todos modos representaba un ahorro con este nuevo aliado.

                Sin importar los millonarios ingresos que las firmas de la familia obtenían por la vocación exportadora de sus productos, orientados al mercado estadounidense y el Europeo, jamás hubo un interés de las autoridades por poner orden en estos lugares, donde una y otras vez se escribían historias de injusticias laborales.

                Mientras empresas como Cheon-jo estaban bajo el escrutinio público por lo abusos físicos y verbales por una política laboral sobreexplotadora de parte de los dueños de origen oriental, aquí por años se degradó el ambiente de forma tal que la “nueva cultura laboral” permite horas extras impagas, vacaciones sin sueldo y toda clase de artimañas legaloides que tienen sometida a la plantilla laboral.

                En este esquema fue vital en los esquemas de “ahorro”, la conducción de Luis Olivares lo mismo que el distractor que fue otro de los alumnos de la familia Maauad, el ahora alcalde capitalino Eleazar García Sánchez, quien prestó sus servicios en Camisas Finas cuando se afinaron los mecanismos para explotar a las obreras más concienzudamente.