EL ESTADO LAICO EN MÉXICO.

22 DE MARZO DEL 2012

Entre lo formal y lo material.

La semana pasada, luego de una confrontación de ideas políticas, legales, históricas y un debate que no pudo tener la fuerza para contrarrestar a la mayoría avasalladora, el Senado de la República aprobó la reforma al artículo 24 Constitucional y una adición al artículo 40, que consistió en incluir la palabra Laica, refiriéndose a la forma de gobierno de nuestra República. Esta reforma usó el discurso disfrazado de la salvaguarda de un derecho fundamental que es la libertad religiosa para dar mayor injerencia del clero en las cuestiones de Estado, por más que las autoridades federales y el propio clero se empecinen en desmentir, pues como dice este artículo, existe una diferencia entre lo formal y lo material en torno a este asunto y aunque en el discurso dicen respetar esa separación el caso es que de hecho, no existe tal separación. En la forma, es decir, en el discurso y el texto legal de la Constitución se habla de la separación histórica de la Iglesia y el Estado, en el artículo 40 se habla del carácter laico de éste último, pero la interpretación y la exposición de motivos de la citada reforma, acusan al propio Estado de represor, anticlerical y ateo, es como si usando una analogía fisiológica, es decir, como si se tratara de un organismo vivo, estamos ante la presencia de una enfermedad autoinmune, la que provoca que los mecanismos de defensa del cuerpo que originalmente atacan a las enfermedades, por alguna extraña razón sufren una alteración que los desorienta y comienza a atacarse a sí mismo, los mecanismos de defensa ya no sólo atacan a la enfermedad sino a células sanas destruyendo su propia salud; así, el poder legislativo compuesto no por uno solo individuo sino por dos cámaras, la de diputados y senadores que son los que establecen los mecanismos legales de defensa y subsistencia del país, han abandonado su función de salvaguarda de los principios orientadores que fijan el rumbo de nuestra nación, fundada en su pasado histórico, en el pasado colonial, de independencia de criollos, de una inacabada identidad nacional y un largo etcétera, lejos de velar por el bien de la Nación cambian esas directrices para liberar de cualquier obstáculo legal o acomodar el rumbo dependiendo de los intereses del Presidente que esté en turno ajustando el texto de la Constitución a necesidades específicas, no ha habido un Presidente que no hable de la “necesidad de una reforma constitucional” y que además la haya consumado. En esta oportunidad, la reforma del artículo 24 Constitucional ha calado hasta el fondo de la política nacional pues contra todo discurso aparentemente laico tanto de la iglesia y de las autoridades Federales, se vislumbra la entrega del País a una potencia extranjera y esto, a la vista de todos, sin que nadie pueda verlo, es decir, no hay ojos para ver ni oídos para oír pues la forma más idónea de esconder algo, es ponerlo a la vista de todos. Esta entrega a un poder extranjero se verá, para los que tienen ojos para ver, que bajo el discurso de la libertad religiosa, los jefes de Estado Mexicanos podrán acudir a la misa que dará el Papa en Guanajuato, misa de la cual la Presidencia de la República es la encargada de repartir las invitaciones y organizar el convite, tal como si el Presidente fuera el sacristán que asiste al cura del pueblo en la fiesta patronal; no tenemos noticia al momento de escribir este artículo si los candidatos a presidente de la república que habrán de contender en elecciones en breve habrán de asistir, pero hasta donde recordamos las notas periodísticas, han dicho que sí asistirán si es que son invitados, nos resulta doloroso pero no inverosímil, ver al Presidente de la República, Secretarios de Estado, Gobernadores, Presidentes Municipales, Candidatos a Presidente, en fin tantos y tantos hombres de Estado, postrados ante un solo hombre que se dice emisario de Cristo en la tierra cuando en principio el politeísmo romano lo crucificó y luego se arropó de esa fe para denominarse a sí misma Iglesia “santa”. Nuestra impostura no es por la religión en sí, sino de la manipulación política que está detrás de todo ello y el mensaje simbólico del Papa al oficiar una misa a la que los políticos están invitados, quienes repartiéndose las tareas y desde distintas trincheras, fueron preparando el camino, liberando el paso de obstáculos legales que impedirían profesar a los hombres de Estado su pretendida fe, esos hombres han olvidado el principio de REPRESENTACIÓN, es un principio legal y consuetudinario, que no resulta difícil de entender con una buena voluntad y una recta inteligencia y consiste en que el representante hace algo en nombre de otro y esa representación tiene su reglas específicas; es decir, el Estado está conformado por tres elementos esenciales: población, territorio y gobierno, algunos doctrinarios adicionan la soberanía y el orden jurídico, pero en principio son esos tres elementos; el Estado como tal es una ficción jurídica, algo que existe pero que no se puede palpar, medir ni observar, sin embargo existe, tal como las empresas: vemos el edificio, oficinas, el rótulo, su nombre en el directorio pero no la podemos percibir ni podríamos destruirla quitando esos elementos visibles, sin embargo, tanto en las personas morales como en el Estado, su actuación se verifica a través de personas físicas, de carne y hueso, con nombre y apellidos; esos representantes tienen funciones de representación específica y no pueden tomar decisiones de dirección, no pueden anteponer sus pretensiones ni preferencias a las de su representado. Ese mismo principio debería ser respetado por los representantes populares, comenzando por el Presidente, pues si es representante del pueblo mexicano que es laico, no puede anteponer sus convicciones religiosas sino ajustar su actuación a la dignidad que amerita la representación de toda la nación, nadie le impide a los dirigentes políticos profesar la fe religiosa que mas les agrade, pero no pueden permitirse anteponer sus creencias y actos de devoción o de fe a la vista del mundo, pues al acudir a la misa que organiza el clero y al postrarse ante el Papa, quien ni siquiera ha tenido la decencia diplomática ni de hombre ni de caballero de establecer si su visita es como jefe de Estado o líder religioso; todos estarán postrando a toda la Nación ante sus pies. Así el estado Laico es legal y formalmente una realidad, es algo que está plasmado en el artículo 40 de la Constitución, pero los líderes políticos preferirán escudarse de la libertad religiosa del artículo 24 anteponiendo su fe personal, pues para ello crearon esa trinchera a modo, para ocultarse en ella cuando así sea preciso. Imaginemos por un momento una escena al mas puro estilo del autor italiano Giovanni Papini: el dirigente de una nación ultraconservadora y profundamente religiosa con facultades de representación profesando actos de una antigua devoción pagana o hasta demoniaca por ser esa su fe personalísima, seguramente a los representados no les agradaría; así, para los liberales y fervientes convencidos del valor y necesidad de un Estado Laico, nos resulta desagradable y deshonroso ver que a unos cuantos días de la publicación de este artículo, que los dirigentes y actores políticos postrarán a toda nuestra Patria ante un poder religioso extranjero y un líder al que admiran a pesar de que su deber primordial es ser representantes de un Estado es Laico; de esta manera, la separación de la Iglesia y el Estado es sólo formal, pero materialmente ha dejado de existir y veremos la superposición del Vaticano sobre nuestra Nación, tal como la Catedral que aún se yergue sobre el Templo Mayor en el corazón de la Ciudad de México.

Fulcanelli

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