Cienciología, otra “religión” fraudulenta

Cuando escuchamos cuáles son las diferencias que guardan las religiones de las sectas para las autoridades no puede menos que darnos risa de la tenue línea que separa las creencias “legales” de aquellas otras consideradas fuera del marco de la ley y lo es todavía más, cuando se trata de separar esta licitud del fraude.

                En el caso de México, se considera una religión aquella que cuenta con registro ante la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos, es decir, se encuentra constituida como AR o Asociación Religiosa que por lo tanto, goza de los derechos y obligaciones que impone la Constitución Mexicana lo mismo que la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.

                En sentido opuesto, una secta es aquella que carece de reconocimiento oficial, pero a la que además se ha satanizado diciendo que “es tendiente al fraude” y su objetivo no es espiritual, sino netamente económico. Si nos atenemos a esto último, los principales credos han construido más que reinos de humildad, imperios de opulencia como ninguna secta conocida. Veamos tan sólo el catolicismo; no hay referencia exacta de su fortuna, pero se estima que sobrepasa los 10 billones de dólares, esto es algo como 12 mil 800 millones de millones de dólares, ¿entonces cuál reino del otro mundo?

                Otros cultos con registro que se han dedicado a amasar dinero impunemente son los Testigos de Jehová, los Mormones, la Luz del Mundo, la Iglesia Universal y los cultos de moda en Europa y Asia, El Último Capítulo y el Reino de Cristo Jesús en Filipinas. Éste último, recauda diariamente unos 130 mil dólares que salen de sus 6 millones de seguidores tan sólo en aquel país.

                Otros que se encuentran en los límites de la fe y le lucro son los dianéticos o cienciologos, una organización que no cuenta aún con registro en México, pero que tiene a cerca de 90 personas en condiciones semiesclavistas sin que las autoridades intervengan, como sucede con las otras religiones que incurren en decenas de delitos e irregularidades en que la Segob ha dado muestras sobradas de que le tiembla la mano cuando se trata de meter en orden a este tipo de delincuentes.

                Creada por el escritor de ciencia ficción Ronald Hubbard, inicialmente los cienciologos se dedicaron a crear libros de superación personal que pronto mezclaron con mística religiosa que les ha redituado millonarias ganancias. Dan cursos y talleres a círculos del poder donde se impone el lavado de cerebro para despojar a la gente de sus bienes y hacerlos firmar contratos infinitos, “por billones de años”, para servir a esta agrupación que lógicamente como la mayoría, tiene su sede en Estados Unidos.

                En Francia, la Dianética fue multada con 600 mil euros en el 2009 por estafa colectiva y enfrenta procesos legales en Rusia y Alemania. Con todo eso, sigue operando como si nada en una treintena de países de donde se hace de fondos para seguir con su obra. El modus operandi de cultos legales e ilegales es sumamente parecido; todos ellos pasan la charola durante el climax del sermón, la charla o el curso, cuentan con cuerpo eclesiástico y por supuesto y lo más terrible, con dogmas incuestionables que resultan aberrantes a la razón.

                El fanatismo, ese mal del ser humano, por supuesto que impide ver que religiones y sectas operan con la misma estrategia y defenderán su culto a capa y espada sin reparar en que no puede existir un Estado idólatra pero que a nivel local amenaza con profundizarse luego de la maldita reforma al artículo 24 que realizaron diputados y senadores para bien del catolicismo.

                De parte de los cienciologos, como los rosacruces, Opus Dei, Caballeros de Malta y Colón y otros tantos cultos y órdenes, siempre la manipulación ha ido de la mano del negocio. Ante este panorama las autoridades deberían de reconocerles más bien, su status empresarial y aplicarles reglas mercantiles de operación. Es más, ya con ello dejarían de tomarle el pelo a la población y decir que buscan la salvación del alma cuando descaradamente por siglos se han dedicado a explotar monetariamente la imagen de Cristo.

              Sería más honesto que se dieran de alta como Sociedades Anónimas para que ahora sí, con provecho, puedan sin pudor aparecer en la lista de empresas más exitosas como lo hace Watch Tower, o sea, los Testigos de Jehová, en el lugar 34 del top 100 de las firmas más redituables y no ahora que a sabiendas de lo que son, intentan esconderse bajo ese manto de inocencia cuando sabemos que son lobos con pieles de cordero.