La Rosa de Guadalupe

01 DE DICIEMBRE DEL 2011

César Peña

cesarpesa@hotmail.com y twitter@tesaron

 

Una apología tragicómica del guadalupanismo y los males del contemplacionismo es lo que a diario receta Televisa a millones de personas con su telenovelesca serie de La Rosa de Guadalupe, que debería indignar por supuesto al clero, a los católicos, a las autoridades mexicanas y por obvias razones, al sector pensante de este país.

                Lanzada el 5 de febrero del 2008, más allá de los objetivos de promover “milagros”, deseos que esperan tanto los marginados, afligidos hasta la clase pudiente de este país, esta creación se ha dedicado a promover el pasmo social y psíquico, al confiar el destino y la vida a personajes paranormales y sobre todo, despreciando activamente la ciencia, como queriendo regresar a la época oscura en que las oraciones y los rosarios podían arreglar todos los males.

                No hace falta abordar cada uno de los capítulos donde los personajes - casi todos ellos con un perfil deterioradamente sumiso y dependiente, como si así fuéramos todos los mexicanos -, pero basta recordar que la serie se centra en promover moral y comercialmente la imagen de la Virgen de Guadalupe, incluso, muy por encima del mismo Jesucristo, deidad central del catolicismo.

                ¿Porqué digo que debe indignar a la mayoría de quienes habitamos este país?, por la simple razón de que es un atentado contra la razón. No hace falta ir tan lejos para recordar que la Ley de Televisión, Radio y Cinematografía, estipula que el objetivo de los programas es combatir el fanatismo y promover la educación y los valores con contenidos avalados por la ciencia. Para ello, incluso se han puesto límites para que las AR no puedan operar medios de comunicación, algo que tampoco se ha respetado.

                Los milagros son enemigos de la razón y la investigación científica. A cada problema, ya sea marital, físico, escolar, laboral, social y sobre todo, mental, la única vía que se le da es la oración con una virgencita de por medio. ¿Para qué entonces sirven los médicos, psicólogos, trabajadores sociales y especialistas en todos los campos y materias si son simples adornos ante el poder de la madre de Dios?

                El mismo clero debería estar indignado pues menudo favor le hace a su máxima autoridad, Jesucristo, que pasa a ser relegado y sobre todo, por atentar contra sus propios preceptos bíblicos de su celoso jerarca hebreo que estableció que “no amarás a otro Dios más que a mí”… y luego entonces ¿que sucede aquí que contradice hasta sus propias leyes?

                Si por menos que eso Laura Bozo está a punto de salir del aire con sus programas en los que usa a las clases marginadas para burlarse de sus desgracias, la Rosa de Guadalupe debería estar en el mismo plano, sin embargo, es defendida, increíblemente, por la misma Segob, que no ha podido o más bien, no ha querido analizar su contenido y meter mano a través de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos y Población, que sigue siendo inoperante y netamente suntuaria.

                La tele “para los jodidos” que ofrece Televisa como alguna vez lo dijo Emilio Azcárraga, se encuentra en los peores niveles culturales debido a la pasividad de las autoridades, la ausencia de un órgano civil regulatorio real, no como aquella organización autodenominada “A favor de lo Mejor”, que era en realidad una sucursal de la Inquisición, así como por legisladores enclenques que no ven más allá de su nariz.

                En el fondo, la misma población sostiene a sus propios verdugos al tolerar y permitir que nos sigan tratando como menores de edad. Podemos estar enfermos del alma y del cuerpo, pero no estamos en el paleolítico para que nos vengan con soluciones inconcebibles y prodigiosas, sean de la religión que sean.

Cuentas claras: Anonadado y molesto se encuentra el clero del Altiplano luego de que escasa, casi nula, resultara la convocatoria del pasado sábado 26 de noviembre para “decir si a la vida”, en un acto de protagonismo abrupto por erigirse en paladines de los fetos humanos. En las homilías, los sacerdotes regañaron a los fieles por su desinterés para oponerse al aborto, aunque no faltó quien, entre el rebaño, trajera a la mente la frase del ex ombudsman Luis de la Barreda, quien una vez sostuviera que a la Iglesia en realidad no le interesan “ni los no nacidos, como los que están aquí”.