Boicotear las elecciones...

POR: CESAR PEÑA 

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22 DE ENERO DEL  2015

El encolerizamiento social explora canales de expresión que tengan un remitente gubernamental diferente al omiso actual. Los magros resultados de las políticas, sobre todo en lo social, económico o la seguridad,  han llevado a diversos sectores sociales a volcar su descontento hacia los políticos y los partidos que los parieron, reclamando la reorientación de la actividad o en casos mayores, pidiendo la refundación del estado, con la consecuente ausencia  de los políticos.

            La evidente crisis en los tres niveles de Gobierno, permeó con creces al Sistema Político Mexicano, de tal suerte, que el paradigma más inmediato es un desconocimiento de quienes han querido erigirse como los defensores del pueblo o los paladines de las causas populares y que en el contexto de la práctica, han resultado ser ahora algo parecido a un cáncer  del cual el cuerpo social quieres desprenderse lo más pronto posible.

Y es que si volteamos hacia todas las instituciones, rara es aquella que se salva de las garras de la corrupción, la ruindad administrativa, el enriquecimiento o los escándalos. La infección, como observaba Marx, parece ser inherente al modelo económico vigente por lo que era cuestión de tiempo que se extendiera a todos los ámbitos.  

            La propuesta del escritor Javier Sicilia, de boicotear las elecciones, cohabita  con la lanzada por el Congreso Nacional Ciudadano o diversos eruditos de las ciencias sociales, de hacer a un lado a los políticos de una eventual transición que logre darle a México, un rumbo sin tantos daños como los que ahora sigue generando. Hasta la autoridad electoral carece de confianza y ya las elecciones no sirven ni garantizan nada a los mexicanos hundidos en la desesperanza y la incertidumbre.

            Partimos de la tesis de que el sistema está podrido a tal punto que las medidas dictadas desde la Federación, como el Decálogo de finales del año pasado,  parecen meros analgésicos ante un problema que es tan grande como una cirugía de corazón. Hoy, en la mesa se encuentra la posibilidad de romper las inercias negativas, pero el sistema que creó tantos beneficiarios en la cúpula tecnócrata, no está dispuesta a entregarla sin antes dar la lucha.

            Excluir a los políticos sí que es todo un reto en estos momentos pues han sido la ralea tradicional que se ha encargado de resolver los problemas, pero ahora ellos son el problema. Por lo pronto, castigar a los partidos en las elecciones, daría lugar al abstencionismo, que de cualquier manera tendría un ganador, así fuera por dos votos, que sin legitimidad, gozaría del triunfo legal. La anulación del voto es también otra medida contraproducente, porque en sí misma no diría nada, por lo que se procesa la forma de que los partido entiendan el desapruebo y la ira que han acumulado en los electores.

            Audaz es pensar en evitar los comicios o en optar por tomar los congresos para que los legisladores no puedan sesionar, obligarlos a disolverse por la fuerza. En fin, que hay tantas propuestas que llevan al sólo objetivo de quitar de la jugada a los políticos, que a estas alturas no han entendido lo que la sociedad les quiere decir.

            La respuesta de estos institutos políticos, ha sido la soberbia o los golpes de pecho de algunos dirigentes, pero nada de cambios de fondo o como ahora lo exigen los tiempos, que deberían reflejarse en transformaciones gigantes en las plataformas políticas que presentan de cara los comicios de julio. Esto nos lleva a pensar que los partidos siguen ajenos a lo que sucede a su alrededor y por ende, esto anticipa que poco servirán las estrategias de compra de conciencias, intimidaciones y toda clase de marrullerías para que salgan a validarlos en las urnas.

            Si todos los partidos han sido medidos con el mismo rasero es porque todos ellos, salvo algunas excepciones individuales de personajes realmente íntegros,  han participado de tales prácticas y siendo Gobierno, se han comportado a niveles reprochables perdiendo cualquier diferencia de doctrinas o proyectos. Todos son iguales, se escucha por doquier y no están tan equivocados.

            El pueblo no encuentra soluciones y hasta el EZLN ha servido de confidente para buscar una actuación ante las injusticias y la inoperancia de las instituciones, que no salen del pasmo que la corrupción y la sordera les impusieron.

                  

Cuentas claras: Los ataques a la prensa en México son parte de la misma descomposición social que se vive y que da coletazos por todas partes, donde la impunidad es la regla y no hay poder que pueda frenar tales agresiones que están poniendo en ridículo el Estado de Derecho al que tanto apelan políticos, gobernantes  y sus mercaderes.

 

* Periodista, investigador y economista