Católicos, apostólicos y… doblemoralistas

22 DE MARZO DEL 2012

Sin duda alguna el catolicismo no puede ser entendido en su dimensión absoluta y global si no se estudia su origen y desarrollo que lo han convertido en una fenómeno de masas que sigue sorprendiendo por el número de adeptos, casi mil 200 millones y la fe que sigue moviendo a más de dos mil años, demostrando su perpetua renovación.

                Sin embargo lo que más sorprende es que en todo este tiempo, en que se han cometido innumerables excesos, porque si algo hay que dejar en claro, es que la Iglesia Católica chorrea sangre por doquier como lo hizo con el Santo Oficio, las masacres de “impíos”, las cruzadas y guerras cristeras, en fin, excesos que se cometieron y que siguen vigentes en la memoria colectiva de la humanidad.

                Precisamente en México, de cara a la primera visita de Benedicto XVI, además de esos atroces crímenes, siguen abiertas diversas heridas como el abuso sexual de menores de edad a manos de curas y religiosos por todo el mundo, una nueva mancha que los sigue a tal punto que ahora no pueden caminar tranquilamente sin ser cuestionados.

                Lo que puede caer peor que esto, es precisamente que no se encuentra agendada una reunión de estado entre los mandatarios de México, Felipe Calderón y el propio líder del Vaticano, Joseph Ratzinger con esta idea y todavía más, que ni siquiera se encuentre el tema de los abusos sexuales cometidos por el clero y una de las alas más perversas, los Legionarios de Cristo y su fundador, Marcial Maciel.

                Ciertamente, por lo extendido del catolicismo – cerca del 80 por ciento de los mexicanos lo siguen -, esta visita, desde un punto de vista doble, religioso y diplomático encierra mucho, ni duda cabe, pero lo que a todas luces se observa es una desmedida entrega que se hace sobre este culto y que no se ve con ningún otro, ni aún con la reciente visita del Dalai Lama el año anterior.

                Aquí se despliegan millonarios recursos, logística, cobertura y todo tipo de apoyo del Estado Mexicano para saciar los ánimos de un clero y una grey exigentes, pero lamentablemente ciegos, manipuladores y utilitaristas a tal punto que no se escatima en nada para atender a los visitantes. No faltará algún comunicador chillón y patético intentando informar inundando la tele o la radio de miserias espirituales y existenciales.

                No existe, desde la perspectiva oficialista, el mismo trato hacia los otros cultos. Unos, con los mismos pecados que el catolicismo, otros menos, sin embargo, debería darse un espacio para discutir asuntos que tienen que ver con delitos en contra de le grey y la misma sociedad y que no deben quedar impunes. Francia, tan sólo por el caso de Florence Cassez, movilizó a su presidente Nicolás Sarkosy, y aquí, o somos muy consentidores o muy estúpidos para dejar que la relación bilateral y la visita evadan la pederastia y el abuso de menores.

                El Estado Mexicano no puede darse el lujo de tolerar delitos que se perfilan de lessa humanidad, porque indiscutiblemente lesionan a la humanidad y en particular a la infancia, y que por su recurrencia, se convierten en situaciones punibles sancionadas por el Código Penal Federal y que deberían ser suficientes para que el México se les retire el registro como AR y además se les impongan sanciones ejemplares.

                No es suficiente argumentar la antigüedad de este culto, ni menos lo extendido para permitirle tales situaciones que en realidad dejan mal parado al Gobierno mexicano, que hoy con Calderón puede volverse a repetir la escena de hace unos años cuando Fox no solamente recibió a Juan Pablo II, sino que se rindió a un poder extranjero, algo que la democracia no debería permitir.

                Cierto, Ratzinger tiene que responderle, ya no al Estado Mexicano porque ha permitido tantos abusos de órdenes como los Legionarios, Lasallistas y varios más envueltos en una enorme corrupción moral. Debe decirle a la gente porqué siendo una religión “verdadera”, de Dios, avala que sus jerarcas anden en autos de lujo, vistan y coman lo mejor, cuando el pueblo se muere der hambre y todavía peor, abuso de los niños miserables.

Tiene la obligación moral de explicar el enriquecimiento y hasta porqué históricamente se ha aliado con los poderosos. En fin, el pueblo y los fieles desean conocer de palabras de aliento, pero incuestionablemente es mejor cuando viene de quien tiene las manos limpias y la conciencia transparente, algo en que está muy lejos para el catolicismo.