EDITORIAL

19 DE JUNIO DEL 2014

No cabe duda, el oficio político es uno de los más difíciles de practicar, quienes así lo hacen tienen muy definido su objetivo, el poder, ese que fortalece y da vigor a los hombres y mujeres que lo ejercen, pero así como da fortaleza también tiene sus lados  frágiles. “El poder no se comparte”, reza un adagio popular, se delega, pero no se cede. Cuánta razón tienen quienes ponen en práctica estos añejos refranes, por eso es muy importante resaltar la actitud del joven gobernante hidalguense, quien ha superado desde el inicio de su mandato una serie de agresiones, no físicas, sino de rumores sobre su gobierno y su persona. Francisco Olvera, ha sido un gobernante muy presionado, por los de adentro así como los de afuera, por eso hay que reconocerle su carácter y el tesón en éste noble oficio. A casi dos años y meses de que termine su periodo Olvera Ruíz pasará a la historia como el político más completo de Hidalgo, porque ha sabido manejarse con cordura, prudencia, paciencia y tolerancia, lo que demuestra que sus reacciones han tenido solo un propósito, mantener la paz en Hidalgo. Ha pugnado por la armonía de toda la clase política, por la permanencia de su partido en el poder y ha hecho alianzas con propios y extraños por tal que no desborden las pasiones. Su misión, entregar el poder a un militante de su partido, y no permitir que la ambición de otros rompa con la tranquilidad institucional. Duro propósito de Olvera, quien ya vislumbra la tormenta que se avecina en la entidad por la sucesión, donde partidos de oposición se frotan las manos por la gran descomposición política, dicen estos, se va a dar en Hidalgo. Ojalá se equivoquen, por el bien de todos…