DE POLÍTICA

Por: Fouché

06 DE DICIEMBRE 2012

 

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PODERES FÁCTICOS… NUEVOS CONDICIONANTES

 

Saludamos a todos nuestros lectores, ya inicia diciembre, deseamos a todos felicidad; en esta ocasión platicaremos de un tema por demás conocido como lo es la toma de protesta del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Enrique Peña Nieto; en este arranque a su segundo día de gobierno dimos cuenta los mexicanos de la firma del pacto por México al que se sumaron todas las fuerzas políticas para beneficio del país; en este contexto el recién estrenado Secretario de Gobernación, Lic. Miguel Osorio Chong, pronunció un discurso, en el que seguramente piso cayos con el asunto de superar los poderes fácticos de los que él habla; para dar cuenta de este tema vamos a ir descifrando lo que quiso decir, para que nuestros lectores entiendan fácilmente por dónde camina y hacia donde va.

Trataremos de explicar que son los poderes fácticos: aquellos que no residen en las instancias democráticas definidas en la Constitución, pero que determinan, condicionan, frustran o empañan el normal funcionamiento del Estado de Derecho.

Cada día, en la convivencia social y en el ejercicio de la democracia se dirime un problema de reparto y un juego de intereses, más o menos legítimos. En el trasfondo de las iniciativas políticas, económicas, sociales, y hasta culturales, hay una pugna por el poder efectivo.  En treinta y cinco años de andadura democrática, han pervivido determinados poderes fácticos, ahí siguen la creciente hegemonía de un poder financiero, transversal y transnacional, que recoge perniciosamente el testigo del imperialismo; el peso de la  poderosa jerarquía católica; ciertos comportamientos de la justicia, al margen de la Soberanía; el poder de los medios de comunicación, elevada a una inconmensurable potencia en el caso de quienes buscan controlarlo.

La lucha por el poder en estos años ha generado nuevos hábitos y situaciones que han acabado por condicionar y obstruir la inocencia y transparencia de la vida democrática. Han aparecido nuevas formas de hacer, nuevos sedimentos de otros poderes de hecho, que distorsionan seriamente los benéficos objetivos de la Democracia. Entre otros, han aparecido dos que inciden de modo directo en la convivencia democrática y social: la burocratización de los partidos políticos y de las estructuras sindicales.

El Estado del Bienestar logró resultados evidentes: educación y sanidad públicas, universales y gratuitas, reforzadas por un incipiente intento de redistribución con la Ley de Dependencia, enmarcadas en una serie de leyes que profundizan derechos sociales e individuales. Pero ha facilitado una “acomodación” de la sociedad; las clases trabajadoras cambian el “mono azul” por el “cuello blanco”, y contaminadas por la nueva cultura financiero-especulativa, caen en un juego de aspiraciones donde pierden de vista un elemento determinante para el avance social de la historia, la solidaridad. Y olvidan otro aspecto vital para el desarrollo económico y social, la competitividad, en cuya base están la productividad, la formación y la innovación. La pérdida de la solidaridad, por ejemplo, con los trabajadores de países donde se violan los derechos laborales, dimite de forzar políticas que endurezcan las importaciones desde esos países, facilita indirectamente injusticias en otros puntos del planeta.

El funcionamiento de los cuadros sindicales les resta sensibilidad y presencia efectiva en la sociedad, con el abandono de problemáticas sociales importantes: desempleados, trabajadores autónomos, jóvenes, mujeres, trabajadores de la tierra y trabajadores inmigrantes. La estructura provocada por la burocratización acabó por convertirles en poder fáctico, cuya constatación refuerza el descorazonamiento social. Amén de la pérdida de su perspectiva internacional, que les quita fuerza frente a la hegemonía de un poder financiero que trasciende, incluso la soberanía de los Estados.

Para la Constitución los partidos son instrumento fundamental para la participación política. Hasta ahora han limitado la participación política al procedimiento electoral, que ha sido productivo, al margen de que el sistema representativo tenga fallos, como el de la existencia de un Senado sin competencias efectivas, o que la proporcionalidad electoral no se corresponda con el número de votos efectivo de los ciudadanos. Pero con el tiempo han acaparado la participación política, produciendo una disociación entre los representantes políticos y las inquietudes de la sociedad. Disociación que la sociedad de la comunicación, y el pánico de la crisis han puesto más de manifiesto, ganando una clara animadversión de los ciudadanos. Intentaremos resumir la situación:

Para la Constitución la estructura interna de los partidos y su funcionamiento deben ser democráticos. Los partidos se convierten en un instrumento para el ejercicio del poder, que en la medida en la en que se ejerce con respeto a la representatividad es legítimo. Pero constituye una ocasión demasiado tentadora para pasar de ser un medio a convertirse en un fin, posibilitando una escalada de abusos, que parte de la despiadada búsqueda de la eficacia, y en algunos casos, después de pasar por el ejercicio del clientelismo, desemboca en la impunidad de la corrupción. La férrea pretensión de eficacia tapona, la democracia interna de los partidos otorga un poder casi omnímodo a los llamados aparatos, y posibilita una estructura de poder interno basada en las lealtades.

Ese funcionamiento dudosamente democrático es el que administra la designación de los candidatos electorales que han de convertirse en representantes políticos: a quienes los ciudadanos votan porque pertenecen a una lista, no porque conozcan sus méritos y capacidades. Son esos representantes, mediatizados por los aparatos partidarios, quienes integran las instituciones parlamentarias y de gobiernos. Instituciones a las que, con el paso del tiempo, contagian esa segregación burocrática en relación con la vida de la sociedad; ¿cuántas horas semanales dedican los representantes políticos a reunirse con sus representados?, y ¿Cuántas dedican a reuniones internas partidarias o institucionales?

Esa conjunción de aparatos partidarios y de instituciones encastilladas, más vinculados a sus jefes que a sus representados, generan una suerte de poder fáctico, percibido como un obstáculo para la vida democrática. Triste paradoja, que componentes de la estructura del Estado -pervirtiendo sus propias competencias y obligaciones- se conviertan en un tipo de poder que se sitúa al margen (casi siempre de modo ilegítimo) de las estructuras del funcionamiento democrático.

En ocasiones, ese poder fáctico está también penetrado por otros de los poderes fácticos, como el financiero-especulativo o el religioso-católico. En una interacción que refuerza ese carácter fáctico, y produce peligrosos espejismos respecto a la propia concepción del poder y la democracia misma. Una vida democrática que necesita recuperar aire y frescura, y que para ello ha de acabar con los poderes fácticos como factores condicionantes.

Acciones como salir de las instituciones a la calle; escuchar a la ciudadanía; revisar las miserias de sus privilegios, a veces magnificados… Pero, sobre todo, modificar profundamente las relaciones y la democracia interna, modificar los mecanismos de elección de sus dirigentes y de sus candidatos, dando juego para ello a la participación de la sociedad, acabar con ese mal ya demasiado arraigado, de partidos convertidos en franquicia electoral, mero ejemplo de los señores delegados del PRI que andan buscando hasta debajo de las piedras quien es el mejor representante para el PRI en Tulancingo, súmele a esto, falta de oficio político, para luego adaptar métodos que no existen en sus estatutos…… ¡Vaya juego!, pero en fin.

Sólo esa labor de proximidad logrará sanear y revitalizar la vida política, quitando ese rancio sabor a poder fáctico que ha enmohecido la estructura de los partidos y ha generado el aborrecimiento de los ciudadanos. Aborrecimiento no de la Democracia, sino de esa manera de hacer política.

Bueno, pues ahí la paramos, esperamos haberlos ilustrado un poco, para bien de México nos sumamos a este gran pacto, aunque no hayamos firmado, pásenla bien y hagan de diciembre el mes más feliz, ¡hasta la próxima!Final del formulario