POR: César Peña

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La crisis de fe que hoy se vive en el seno del catolicismo, cuyas últimas desventuras tienen que ver con los interminables casos de pederastia, no es nueva, sino que se ha gestado a lo largo de siglos de abusos sistematizados, corrupción moral del clero, su amor al dinero y el desamor al prójimo, así como su falta de credibilidad que la hace perder files alarmantemente.

                En los albores de este siglo, cuando desde el Vaticano se preveía alcanzar los mil 200 millones de seguidores para los siguientes años, irrumpió la crisis descrita puntualmente por Salvador Freixedo en su libro ¿porqué agoniza el catolicismo?, donde habla de la debacle institucional lo mismo que de los costos de obstinarse con dogmas diluvianos.

                Impunemente, la Iglesia Católica Apostólica Romana, no sólo uso a la grey, sino que abusó de su poder y se alió con los opresores como sucedió en la edad media, donde se corrompió de forma tal que el Papado era objeto de asesinatos, traiciones y hasta la compra del cargo, además de con ejércitos le entro de lleno a la disputa de territorios y reinos terrenales aún cuando su presunto fundador, Cristo, afirmó que su reino de era de este mundo.

                Ahora, ya es tarde para redimirse ante las brutales campañas de genocidio contra los credos rivales y los propios católicos. Ocho cruzadas en que se envió al matadero a cerca de 200 mil niños lo mismo que la masacre de San Bartolomé, donde se mató a cerca de 10 mil personas, sin olvidar el papel que jugó con el Santo Oficio, en que le entró al asesinato selectivo o la Segunda Guerra Mundial, cuando auspició la eliminación de judíos y protegió a los jefes de las SS nazis.

                No sólo Miguel de Unamuno, J.L Aranguren, Bertrand Rusell o el mismísimo Voltaire describieron parte de estos excesos que se convirtieron en tradición. El catolicismo ha estado hundido permanentemente en el fango y al servicio del dinero y los placeres como ahora emergen historias como las del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Históricamente, el caso del Papa Alejandro XVI, fue el ejemplo más claro de envilecimiento: controlaba 5 mil prostitutas de Roma con las que cotidianamente hacían orgías. Sus dos hijos, César y Lucrecia, tuvieron además, relaciones incestuosas.

Pero ahí está igualmente la misma Biblia y sus dogmas para recordarnos que la intolerancia está viva en el credo como las órdenes a Moisés para exterminar a los que “adoraban al becerro”, a cuando ordenó a Abraham matar a su hijo Isacc.

Pero además, recientemente, Peter Joseph, basado en la obra de Freixedo, ha terminado por revelar en Zeitgeist que el catolicismo y el cristianismo es un culto que se plagió sus evangelios y las historias de otras culturas como la egipcia, con la que convivieron los primeros hebreos, cuyas fuentes no sólo son paganas, sino que son vestigios de otros pueblos y otras creencias.

Lo que hoy emerge con fuerza como lo es la inutilidad del celibato y que se observa con los miles de casos y ahora denuncias por abusos sexuales de sacerdotes a menores, viene a ser la gota que derrama le vaso del hartazgo, de una religión que sigue explotando la fe y erigiendo un imperio económico que sólo los fanáticos se niegan a ver.

De todo esto, no sólo hay una desbandada hacia el ateísmo, la desesperanza y otras religiones, - algunas iguales o peores lamentablemente-, sino que al mismo tiempo existen nuevos tiempos que tienen que ver con el abandono de estas costumbres ideológicas y la preparación del terreno para que nuevas generaciones dejen de lado aquello que en vez de provocarles confort y felicidad, sólo les genera miedo y hasta daños físicos y mentales.