Guerra y tragedia humanitaria en México

12 DE ABRIL DEL 2012

Cuando se trata de evaluar los daños que le ha dejado al país la estrategia de seguridad no hay palabras, estadísticas, ni discursos políticos que alcancen a evaluar la tragedia humana que se vive en miles de hogares donde por necesidad, básicamente, las familias han tenido que sufrirla pérdida del jefe de familia y varios de sus integrantes. A ello se suman las bajas de soldados y policías junto a otras tantas decenas de “daños colaterales”.

                Si consideramos que tan sólo en Chihuahua, existen 24 mil huérfanos y viudas de los cuales, menos del 10 por ciento reciben ayuda oficial y que 38 de los 67 municipios reciben apoyo oficial como lo dio a conocer la oficina de Enlace y Marco Jurídico de la Fiscalía General de aquel estado, estamos ante cifras más dramáticas.

                A una tasa de 3 huérfanos por cada 8 mil muertes, tenemos que a nivel nacional 150 mil menores que se han quedado en la orfandad y que en su mayoría, carecen de todo tipo de apoyo. Los estados más afectados son, además de Chihuahua, Sonora, Michoacán, Guerrero y Tamaulipas.

                A esta situación se suman los más de 50 mil desplazados que han tenido que dejar sus hogares por los horrores que presencian, porque les se quedan sin trabajo o simplemente porque la inseguridad es tal que tiene que mudar su lugar de residencia.

                No hay forma de enseñarle a muchos de los gobernantes lo que es hoy México, que ha sido calificado desde el exterior como un Estado Fallido y que ha superado con creces la Colombianización y que como aseguró Javier Sicilia, está en vías de balcanizarse con la mirada complaciente de los legisladores y gobernantes.

                Esta guerra en la que se montó el Gobierno Federal ha resultado improductiva; sólo en su imaginación han bajado los niveles de violencia, los hogares no están más seguros ni menos la gente, existen lugares en los que la gente ya no sale por las tardes por los enfrentamientos y operativos policiacos.

                No hay forma de describir lo que sucede en México donde 10 mil de esos muertos están en calidad de desconocidos que ha dado a conocer la ONU. No se sabe si son migrantes, mexicanos, las autoridades buscan indicios de sus familiares pero no hay forma de rastrearlos, cuando bien va.

                ¿Cómo intentar reponerle a las familias a sus integrantes?, que narcos, policías o civiles, han muerto y que eran el sustento y que emocionalmente representaban un referente para esos miles de niños que ahora les tienen que decir que sus padres murieron, casi siempre asesinados.

                A los familiares de policías caídos en Chihuahua se les entregan 176 mil pesos y ayudas como becas, útiles y hasta apoyo e Infonavit, asistidos por el Fideicomiso Vive Chihuahua, que para colmo de males, no entran las concubinas, dejando en el total desamparo a otros cientos de niños.

                No ha sucedido lo mismo en otros estados, donde las bajas no han tomado las dimensiones suficientes para que los gobernantes tomen acciones al respecto.

                Cuando al final de la Segunda Guerra Mundial comenzaron a circular las fotos de los muertos de los campos de concentración, la indignación global encontró en ello el horror que sólo podían proveer miles de cadáveres apilados. Hoy, casi llegamos a los 60 mil bajas, es decir, casi la mitad del estadio Azteca.

                No hay día en que esta tragedia nacional no tenga continuidad, ni siquiera cuando Benedicto XVI estuvo en México, en que se creía que podría servir de algo, pero lo que no se hace por la vía política ni la religión ni los buenos deseos lo pueden lograr.

                La misma palabra guerra dice mucho para nuestro contexto. Al ser la ampliación de la política por otras vías, representa el agotamiento de una vía política que no ha podido ser explorada ni entendida. A la luz de esto, es natural que puede restablecerse este canal y superar lo que hoy se nos hace casi natural cuando incorrectamente hemos interiorizado y asimilado la violencia en forma de miedo.