Gasto Social

Bono demográfico perdido

20 DE OCTUBRE DEL 2011

César Peña

cesarpesa@hotmail.com y twitter@tesaron

 

Cuando teóricos como Carl Max hablaron del Ejército Industrial de Reserva, que no era otra cosa que mano de obra libre, desocupada que estuviera disponible para la expansión industrial, la derecha reaccionaria tildó estos principios como simple fobia al capitalismo. Años más tarde, el padre del monetarismo y uno de los promotores del neoliberalismo, Milton Friedman, habló sin tapujos del de lo inconveniente de un estado de pleno empleo, con lo que comenzaron a caer las dudas.

                Ahora vemos que esas recetas se han cumplido al pie de la letra cuando vemos que no sólo se ha desalentado la ocupación absoluta, -que según estos teóricos modernos es los que hace crisis-, sino que salvajemente se alienta que haya gente pululando en las calle sin oficio ni beneficio.

                Los mal llamados ninis, bien podrían corresponder a este cuadro siniestro perfectamente delineado desde las esferas financieras y económicas. No tienen empleo ni trabajo y hasta su existencia ya es per se, criminalizada, es decir, pasan a ser parte de ese ejército de reserva, ya no para la constreñida industria, sino para el crimen, cuasi alternativa única en un país donde el “presidente del empleo”, simplemente ha fallado.

Las cifras están ahí, según el INEGI la desocupación entre la población joven mexicana casi se duplicó en la década anterior, al pasar de 5.3 a 10.3%; además, seis de cada diez jóvenes no estudian la preparatoria ni la universidad, y cerca de 15 millones de mexicanos, de entre 12 y 29 años, subsisten en la pobreza multidimensional.

                Si durante el movimiento estudiantil de 1968, particularmente con los estudiantes que merodeaban la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, era un peligro ser joven, ahora lo es igual o peor, ya que resultan víctimas, en primer lugar, de un sistema que no les ofrece oportunidades. Mientras la población, pese a las políticas poblacionales, crece a velocidad de conejo, las escuelas y universidades públicas lo hacen a velocidad de tortuga.

                Aunque vemos a un modelo económico en franca decadencia al punto tal que en América Latina no sólo se revisa, sino que se está erradicando, en México hay metas obstinadas en apostarle al neoliberalismo religiosamente pese a los estridentes resultados ante lo que emerge el desempleo juvenil, no como secuela, sino como causa fortuita.

                No hay pues, estrategias ni intenciones claras en la agenda económica, en que se escucha reformas para todo, principalmente para una estéril Ley de Seguridad, que en vez de ser marginada ante la prioritaria Ley de Desarrollo Económico que ofrecería empleo y oportunidades y la Ley de Educación, la primera recibe toda la atención gubernamental. ¡Qué rápido perdió la memoria Calderón sobre su objetivo central!

                El bono poblacional que con gusto veían algunos analistas y gobiernos para dar al traste con cuanto proyecto económico y social se les ocurría, ahora lo ven con recelo y hasta odio al ser parte de un sector que se ha dejado seducir por el dinero fácil ofrecido por el crimen, cuando estos mismos jóvenes, al igual que las víctimas de los “daños colaterales”, son igualmente producto de la misma incapacidad gubernamental.

                Ahora que se ha desactivado la movilización de conciencias en las universidades y centros educativos, el gobierno ya no lucha contra los rebeldes izquierdistas que abrazaban el socialismo, sino que cultivó esta nueva clase de luchadores sin bandera ni motivo, que sólo defienden su forma de vida que por más que no nos guste, el sistema ni el Gobierno les pueden incuestionablemente ofrecer.