Bonanza aquí, desgracia allá

10 DE ABRIL DEL 2014

POR: César Peña *

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Los relatos sobre las acciones del líder templario Nazario Moreno, “el chayo”, con la gente del municipio donde vivía, en Apatzingan, allá en Michoacán, no son muy diferentes a las de otros capos que han llevado ayuda y beneficios a la gente de sus lugares de origen mientras siembran muerte y terror por otros lados.

            Las marchas pro Chapo que se sucedieron en el estado de Sinaloa, tras la detención del hasta entonces el sujeto más buscado del mundo, son fácilmente comprensibles bajo esta lógica; quienes lo defienden y piden su liberación son los que han sido beneficiarios de su labor criminal al recibir dinero, bienes, protección entre otras cosas.

            De hecho, la visión que se tiene de estos líderes criminales en sus municipios y estados, es la benefactores, de personas altruistas, que en realidad lo son, aunque no sin un precio y desde luego, tampoco con todo el mundo, porque sabido es lo que les sucedía a sus rivales durante las guerras que libraban por territorios.

            Esta defensa de los líderes criminales en sus lugares de origen nunca fue gratuita ni menos cordial. El caso de “el chayo” lo revela de manera contumaz. Cuando en una ocasión ingresó el Ejército Mexicano a aquel municipio, quienes hablaron con los militares fueron sacados de sus casas, ejecutados y descuartizados en la plaza pública.    

            Este alto precio contra la disidencia no es asimilado por la gente en muchas ocasiones, que por inocencia o deliberadamente, abrazan también esta vida, aunque en otros, es obligada a hacerlo. En todo caso, hay pocas posibilidades de elección, sobre todo cuando se tiene el destino de radicar o nacer en estos lugares.

            Los capos han sido hasta santificados y desde luego que hay razones para ello, pues no cualquiera ayuda a salvarle la vida a una persona entregando fuertes cantidades en efectivo, prestando autos y otros bienes de manera libre. El agradecimiento es la respuesta en los corazones de quienes resolvieron su urgencia.

            Por lo tanto, el apoyo social que reciben estos líderes criminales, es un fenómeno social que debe ser analizado a la luz de esta dinámica que hace que la gente vea en ellos una solución que las autoridades y el Gobierno son incapaces de proveer, aunque sea su obligación.

            El mesianismo criminal, combinado con la inacción gubernamental abonada con la pobreza reinante, es el lugar perfecto para que puedan darse estos caudillismos delincuenciales, que han saturado de episodios la historia del México contemporáneo.

             Pero más allá de todo esto, la política prohibicionista en materia de drogas es finalmente la gran responsable de que todos estos fenómenos puedan subsistir por décadas, a veces en el silencio absoluto entre los líderes criminales y las poblaciones donde radican o nacieron.

            Sólo así se puede entender también que pueblos enteros, sobre todo en la frontera norte,  se hayan volcado al tráfico de estupefacientes, desde adultos, ancianos y niños, en que más allá de la complicidad, era la necesidad y los altos dividendos los que marcaban la pauta.

            Pocas veces estos beneficiados imaginaron que su bienestar, significaba en otros lugares, asesinatos, muerte y tragedias para cientos de familias y no tanto para los consumidores, sino para quienes han participado en toda esta industria ilegal y quienes estaban o están inmersos en los procesos de producción y distribución.

 

 

*  Periodista, investigador y economista