Gasto Social

César Peña

cesarpesa@hotmail.com y twitter@tesaron

 

El arribo de los festejos del Día de Muertos o Halloween, como irremediablemente se han fusionado en celebraciones pagano-religiosas, adquiere una nueva connotación para la sociedad mexicana en miras del contenido político que despierta, sobre todo para el cristianismo, ya no por la creciente americanización de la fecha, sino por la incursión del Culto a la Santa Muerte que toma parte de este rito social.

                Desde la parte más intransigente, hordas de jóvenes cristianos defienden a capa y espada la presencia que desean única de su Dios. Su monoteísmo estaría bien de no ser porque buscan quitar espacio, adeptos y fuerza a los que han decidido abrazar a la “Niña Blanca”, que por supuesto, merece el mismo respeto que el primero.

                Sin embargo, cultos como la Iglesia Bautista, “Cristo la única Esperanza”, entre otros más como el catolicismo, no desaprovecharon la fecha para arremeter contra quienes crearon la primera Basílica en el país exclusivamente para adorar a la parca, justificando en ello la dualidad de la vida, que como acepta el taoísmo, acepta que la vida también se compone de muerte.

                Esto por supuesto no gusta a los cristianos, que como en los tiempos de la Inquisición han salido a pronunciarse en las calles. El espectáculo surrealista no lo dieron los seguidores de la Santa Muerte al desfilar, sino los intolerantes que en los cruceros arengaban a la población al linchamiento social de los anteriores.

                En estos tiempos en que la Constitución Mexicana y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público de la Segob da amplias garantías para que cada quien abrace el culto que le plazca, es cuando tenemos precisamente estos brotes de recelo ideológico que simplemente tienen que quedar en el marco de la elegibilidad sin salir del hogar o del centro de culto.

                Nadie puede erigirse en poseedor de la verdad en esta materia y menos aún cuando la libertad religiosa se consagra como una de las garantías que toda Asociación Religiosa reconocido por las autoridades se ha comprometido a respetar, pero como la Basílica de Guadalupe y al clero católico, constantemente se les olvida este principio, por lo que las autoridades tienen que recordárselos.  

                Recientemente, varios investigadores han tirado por la borda el mito de que los seguidores de la Santa Muerte son delincuentes; sólo el 1 por ciento de la grey lo podrían ser ya que el resto son personas y familias, que desde niños hasta ancianos, están abrazando esta creencia, que tampoco orilla a la gente a cometer daño algunos la prójimo, por lo menos no más el cristianismo.

                Luego entonces, ambos creen que sus deidades los pueden proteger de los males que acechan y por lo tanto, tiene una función netamente espiritual en que no hace falta un ring para que ambos quieran triunfar sobre el otro.

                Más aún, un sector importante de los creyentes del culto que en Pachuca organizó el famoso “Perro”, Óscar Pelcastre, son al mismo tiempo católicos y de otras denominaciones cristianas que en un compuesto ecléctico les sirve para confortar su ser y su alma, que para algunos sonará extraño, pero al fin y al cabo a ellos les sirve.

                Los límites de cada creencia están perfectamente marcados por las mismas leyes en que no hace falta que algún culto se erija en juez para determinar lo religiosamente correcto o incorrecto. Nos hace falta, en todo, caso, más amplitud de ideas, más tolerancia y sobre todo, más sensibilidad para entender a los demás.

                Inéditamente el México es hoy es una amalgama vasta de religiones legales y unas cuantas ilegales venidas de Europa y Asia, vía Estados Unidos que luchan junto a las locales por sobrevivir y darle una esperanza a la gente.

                En este contexto, no podemos entender que los seguidores de Cristo, quien dijo “amaos los unos a los otros“, sigan fallando y no puedan ni siquiera procurar la coexistencia pacífica.