Congreso secuestrado

08 DE MAYO DEL 2014

César Peña *

 

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SEPULVEDA FAYAD
SEPULVEDA FAYAD

Generalmente, al Poder Legislativo que se agrupa en el Congreso, ya sea de la Unión o de las entidades, se le conoce como “tribuna del pueblo” desde hace mucho tiempo, pero veamos qué tan cierto es esto en realidad, sobre todo después de que la democracia representativa fue sustituida por formas  perversas y caminos alternos que ha parido una elite gobernante desvinculada de las masas y más ligada a los grupos del poder y empresariales.

                En ese lugar, como su nombre lo indica, podría hacerse escuchar la voz de los ciudadanos de todos los rincones del país, y  los congresos locales, deberían hacer lo propio con la gente de sus estados, para que puedan hablar sobre sus planteamientos y necesidades, sólo que no es así. Cada día, los legisladores se han encargado de distanciarse de la sociedad con barreras físicas, pero sobre todo, barreras ideológicas, clasistas  y hasta partidistas, como sucede en el estado de Hidalgo.

                Si ya es complicada de por sí, la situación de los legisladores desde hace años por su escasa credibilidad, al haber instalado una reja para “protegerse”, de no sé quién, en realidad esto los aisló aún más de la sociedad a la que dicen representar. En la práctica, esta valla  ha servido para impedir el acceso de manifestaciones, plantones, de ciudadanos que buscan respuesta a muchas necesidades y que además de oídos sordos, han encontrado, desdén, apatía y mucha soberbia de parte de sus representantes populares.

                El problema de los diputados y sus círculos cerrados no es nuevo. Desde legislaturas atrás han mostrado su desdén por la sociedad (recordemos cuando se discutía la Ley de Acceso a la Mujer a una Vida Libre de Violencia), cerrando la puerta a las organizaciones sociales, menospreciando a especialistas y gente brillante que hace aportaciones de avanzada como cuando a Francisco Patiño se le ocurrió hablar en nombre de su profesión y no de un partido o ahora y siempre que el tripartidismo ha elegido por cuotas a los presidentes de una inútil Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo. La designación de su último presidente, José Alfredo Sepúlveda Fayad, ha resultado una desgracia que hasta los mismos legisladores lamentan, ni que decir de los titulares del desaparecido IEEH, que llegan con la complicidad de las cuotas partidistas y salen siempre odiados.

                Es una tragedia para los hidalguenses que los mismos legisladores ignoren los mismos  procedimientos legislativos, pero peor aún, que todavía sientan que la población vive en pañales y la hagan a un lado para avanzar en la construcción de leyes, leyes que en primer caso, debieron emanar precisamente de las necesidades de esta sociedad. Estos mismos partidos, mantienen a “asesores”, que creen saber todo de leyes, poco de la democracia y nada de sensibilidad, pues hasta le han dicho con sorna que “las leyes las hacemos nosotros”, mostrando esta distancia entre el pueblo y quienes dicen que los representan.

Desde la perspectiva analítica, el problema de la democracia actual es precisamente esta camarilla de partidos políticos que se han arropado la voz del pueblo, extrañamente sin el pueblo, han construido un sistema de beneficios sociales sin consultar a la sociedad y por duro que suene, han terminado por pervertir esta representatividad a niveles impensables. PRI, PAN y PRD con partidillos satélites que parasitan con  los primeros, muestran que el Congreso tiene dueño desde hace mucho y no nos hemos enterado.

                Decíamos que vivimos en contraposición a la democracia directa, una democracia representativa que impide que la gente acuda directamente a exponer sus problemas a la considerada, máxima tribuna de la entidad, reservada sólo a estos pseudorepresentantes. ¿Si es del pueblo, porqué los campesinos,  un obrero o un estudiante no puede expresarse y a veces ni siquiera puede pasar a este recinto? Los mecanismos para darle voz indirecta a cada sector se han hecho acartonados, junto a la arrogancia de estos diputados, que ni regresan a sus comunidades y se comportan cada vez más como representantes, pero de la monarquía imperial, copiando en detalle sus desplantes y hasta el analfabetismo funcional que arrastran de cuna.

 

 

* Periodista, investigador y economista