Destruir a los políticos

13 DE MARZO DEL 2014

POR: César Peña *

cesarpesa@hotmail.com, twitter@tesaron, Facebook

MANLIO FABIO
MANLIO FABIO

Las democracias modernas deberían de incluir a la clase política como una nueva casta social, ya que jamás en la historia habían desarrollado un papel tan parasitario y tan ajeno a los problemas populares como ahora, suplantando la voluntad de las masas y usando a los ciudadanos sólo en tiempos de elecciones.

                Es claro que en México la pobreza es redituable, a tal grado, que sólo en esa condición la gente puede hipotecar su futuro a cambio de una despensa, una cobija o 500 pesos para entregar su voto. Esto sólo lo pueden hacer personas de la más baja ralea que luego, en el poder, tiran migajas y desprecio a quienes los llevaron a gobernar.

                Cuando asimilamos quelos políticos le cuestanal   país más de 10 mil millones de pesos al año, que no cumplen con su papel y que cerca del 94 por ciento de la población los detesta por su escasa aportación o de plano por su presencia remorica, es tiempo de poner a discusión su propia existencia desde un punto de vista utilitario.

                La perversión que ha sufrido el sistema reside justamente en esta democracia representativa, en que unos cuantos se abrogan el derecho de decidir por todo el cuerpo social, para legitimar, en apariencia, lo que la colectividad desea. Buen truco para hacer oídos sordos a protestas y demandas salidas del pueblo, que encuentran en sus nobles y sensibles diputados, la respuesta a cada reclamo.

                A diferencia de la democracia directa, en que cada uno toma la elección de los asuntos torales del país, la democracia representativa se ha salido de todo cauce, ha dejado todo dejo de pluralidad, a tal grado, que algunos legisladores han terminado por reconocer con una alta dosis de desvergüenza, como lo hizo Manlio Fabio Beltrones, que algunas reformas las tuvieron que hacer “a espaldas del pueblo”.

                Los partidos políticos, como sostiene Gilberto Lozano, se han convertido en agencias de colocaciones, quitando a los ciudadanos la capacidad de decidir quién los represente. En efecto, se vota por los candidatos que ponen los partidos, no los que ponen los ciudadanos. Hábil juego maquiavélico de las democraduras, que hacen ver que existe libertad no donde no hay más que suplantación de la voluntad, candidatos con ideologías homogeneizadas y partidos que sirven a las clases en el poder.

                El espíritu del Tercer Encuentro Ciudadano, que se realizó en Monterrey el mes anterior, refleja las grandes preocupaciones de la agenda ciudadana, que corre paralela y sin parecido, a la que los políticos y autoridades han asumido como parte de las prioridades nacionales. El país se hunde en la miseria y sus políticos parecen sátrapas árabes con mejores dietas y salarios que en países desarrollados.

                La democracia existe sólo para los partidos al eliminarse cada vez más, la posibilidad de los fraudes, pero esa democracia no ha bajado a la sociedad, los pobres siguen igual o peor, el desempleo galopante, la subocupación al día y la violencia estructural omnipresente, junto a la delincuencia y desesperación en las clases bajas  que tiene que robar y hasta meterse al narcotráfico para sobrevivir. 

Cierto es que aparecerán las candidaturas ciudadanas, que habrán de abrir el panorama para que en los círculos básicos de la estructura política, particularmente en las elecciones municipales, se puedan ver cambios transversales del ejercicio de la política, pues este micromundo verá a los primeros ciudadanos elegidos realmente con el pueblo, que pelearán con aquellos lanzados por los partidos políticos.

                Las Reforma Política que actualmente se cocina en el Legislativo Federal, que busca llevar a consulta ciudadana asuntos importantes del país, es una pifia, nacerá con anencefalia  al rechazar que se puedan tocar asuntos como las reformas estructurales y solamente servirá para decidir sobre lo superfluo, lo vanal, que incluso no servirá para dar marcha atrás a cambios constitucionales como ahora lo consigna el 39 constitucional.

                No basta con reducir las candidaturas plurinominales, bajar el subsidio a los partidos o abrir a la sociedad la postulación que ofrece la Carta Magna, es tiempo de analizar si la democracia es un concepto vigente que sirva para el avance social o si como ahora, sólo funcione para algunos y sirva para prostituir la convivencia social. 

 

 

*  Periodista, investigador y economista